Una mañana, María, una jovencita que vivía en Motril, se levantó muy temprano y fue a casa de su abuelo. Él la iba a llevar al puerto de Motril. A la pequeña María, le encantaba el mar. A María no le gustaba mucho el pescado, pero como era de familia humilde, pues no comía ricos manjares, solo lo mas barato del mercado. El abuelo que se llamaba Paco, era pescador, pero ya estaba jubilado, a diario, le contaba a María sus aventuras, y a María le encantaban. Cuando llegaron al puerto, el abuelo llamó a su amigo Jorge, que también era pescador, pero Jorge no estaba jubilado, él era más joven. Gracias a Jorge y a Paco, el abuelo de María, le prepararon a la pequeña un paseo en barco por alta mar. Ella se emocionó, y tenía muchas ganas de llegar. El barco estaba lleno de pescadores, era enorme, y un poco feo, ya que no tenía colores, solo era gris. María subió corriendo al barco y quiso zarpar. Iban a estar tres días fuera, y el abuelo, antes de salir de casa, cogió provisiones. El primer día, María se hizo amiga de los pescadores, incluso, la enseñaron a pescar un poco, pero ella era pequeña para tanto peso. El segundo día, nada mas amanecer, dejaron al abuelo y a María en una isla, y al terminar el día, los recogerían para volver. Serían las siete de la mañana, y los dos, ya en tierra, comenzaron a caminar. El abuelo, le explicó que irian a pasar un día entero en aquella islita. Fueron hasta unas palmeras y el abuelo fabricó una especie de arpón. María se preguntaba para que era aquel extraño artilugio, y preguntó a su abuelo. Él le dijo que era para comer. La pequeña pensó, que aquello no era muy apetecible, y siguió a su abuelo hasta la orilla. Paco se subió los pantalones para no mojárselos e intentó pescar. Al cabo de una hora, su abuelo había encendido una hoguera, y había pescado casi quince pescados. María se moría de hambre, y se lo dijo a su abuelito. El anciano hombre, le dijo que esperase. María se sentó en la orilla mientras que se abuelo cocinaba el pescado. La niña, pudo divisar desde allí las gaviotas, peces saltando... incluso, vio una botella con un pergamino. Se acercó al mar, y la botella la arrastraba la corriente hacia donde ella se encontraba. La alcanzó y la abrió. Dentro de ella se encontraba un mapa del tesoro, y fue corriendo a mostrárselo a su abuelo. Él ya había terminado de cocinar el pescado y los dos se sentaron a comer. Mas tarde, los dos fueron en busca del tesoro. Tuvieron que saltar pequeñas montañas, trepar por algunas ramas..... Hasta que al atardecer, llegaron a una palmera en la que parecía estar el tesoro. No estaba por ninguna parte, y pararon a descansar, se sentaron en el suelo, y...CALLERON!! Se habían colado en una pequeña trampilla, en la que estaba escondido el tesoro. Se pusieron muy contentos abrieron el cofre, dentro había ¡Dos millones de euros! Metieron todo el dinero en la mochila del abuelo Paco, y regresaron a la orilla, donde debían de estar esperándoles los pescadores. Cuando llegaron allí estaban, y le contaron lo ocurrido, todos se alegraron por ellos, y zarparon, para llegar al puerto de Motril. Al día siguiente, por la noche llegaron, el abuelo Paco y la pequeña María, regresaron veloces a casa y les contaron a toda la familia la gran noticia. Ya
no eran una familia humilde, y prepararon una fiesta con mucho
pescado. Lo mejor fue, que María se lo había pasado en grande y
ahora le encantaba el pescado. Esa mismo noche, en la fiesta, María
sufrió un ataque al corazón y murió. La pobre niña, de la emoción
de haber encontrado tanto dinero, falleció asomada a la ventana
mirando al mar. A la pequeña la incineraron y tiraron sus cenizas al
mar, su lugar favorito en el que vivió la aventura de su vida, la
última.
Aunque
dicen, que el espíritu de María, navega por el mar, viviendo las
aventuras que ella no pudo vivir.
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